miércoles, 26 de diciembre de 2018

EN LA HUMILDAD ESTÁ LA GRANDEZA.

La humildad además de una virtud, es una actitud ante todo en la vida. En pobreza o prosperidad, en la abundancia o escases, en la alegría o en la tristeza, en el júbilo o en el dolor, la humildad es un factor determinante para nuestra humanidad.

En la serenidad reflexiva de los años de madurez después del encanto y errores de la juventud es como mejor se muestra la fuerza de la humildad que inevitablemente nos conduce a la sabiduría de los tiempos equilibrados para alivio de nuestras tribulaciones. Nos ayuda a no envidiar lo que otro tiene y nosotros no lo poseemos.

Por eso la humildad nos lleva a transitar por senderos de rectitud, de paz y armonía con nosotros mismos y nuestros semejantes. De ésta forma nos ayuda a reconstruir lo dañado por la soberbia como es la restauración del diálogo perdido para no cansarse de entendernos mutuamente, de reconstruir los lazos familiares y sociales por la falta de comunicación, construir conciencia ciudadana y a la vez sociedad justa para no dejarnos tragar por la oceánica ambición donde todo bien perece ahogado, evitando la cultura del desgaste en los pueblos donde hoy en día todo es descartable sobre todo los seres humanos.
Aprenderemos a no ser excluyentes, algo a lo que siempre nos han condenado las siniestras tinieblas de nuestra historia personal y colectiva ya que nos han embarcado por la vía del maltrato y la degradación con un dulce engaño de fondo de la opresión del alma y sueños imposibles para hacernos creer que no hay lugar para el cambio o esperar algo mejor de la vida.

Las lágrimas de los que sufren son una oración silenciosa que llega hasta el cielo, dijo el Papa Francisco en su visita a México. A la vez nos invitó a acompañar a tantas vidas y consolar las lágrimas. Por tanto, levantemos santuarios de piedad y socorro como embajadores de la gracia de DIOS y María la madre celestial.

En una época de ambiciones y muerte donde se siembra la violencia para cosechar odio y muerte, se hace impostergable la virtud de la humildad en la abundante riqueza de la esperanza para alcanzar un mundo sin marginaciones ni humillaciones.  No es tarea inútil aunque sí agotadora, porque los humanos no somos mercancía desvalorizada, somos seres vivientes con dignidad y aspiraciones, con derechos y deberes donde cada quien tiene su espacio y su destino.

La humildad nos ayuda a no ser insensibles ante el dolor ajeno o la maldad, la ruptura del adormecimiento ante el sufrimiento propio y de nuestros semejantes.
Por último la humildad nos ayuda a salir libres de la maldad con arrepentimiento y conversión, nos alumbra la oscuridad de nuestra tragedia humana para volvernos comprensivos, pacientes y tolerantes. Nos aleja de lo presumido y jactancioso, entre una sociedad que valora mucho la vanidad y la posesión ostentosa no así las virtudes.

No olvidemos que siempre son los humildes los que más pagan el precio de las injusticias, los pobres son los que siempre ponen los muertos y las víctimas, usados como carne de cañón, prisioneros del rechazo, el engaño y la manipulación.

Por todo esto sabremos que la humildad es un don imprescindible para vivir en esta vida y que viene de DIOS porque es su manantial infinito y nos la ofrece sin reservas. Por eso es que en la humildad hallaremos siempre la grandeza de vivir dignamente.

Sigamos el ejemplo de aquel humilde recién nacido en Belén que siendo un gran Rey, prefirió nacer en una gruta sobre un pesebre, para darnos riqueza con su pobreza.
MARLON JOSÉ NAVARRETE ESPINOZA.

DICIEMBRE 22, 2018.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

LA LUZ QUE EMANA EL PESEBRE.

El brillo divino y santo que emana el niño Jesús recién nacido es capaz de alumbrar el más profundo rincón del universo y el más recóndito  sentimiento oprimido o abrumado de la voluntad en la existencia humana, así como la más oscura soledad de un alma solitaria.
Un espíritu desalentado y abrumado se recupera iluminado por las gracias y la paz que emana del pesebre navideño, el misterio de la encarnación del Señor, Dios hecho hombre quien se une a nuestra condición frágil de humanos menos en el pecado.
Las lágrimas del niño Jesús se derraman con generosidad porque su bondad infinita quiere regalar consuelo a una humanidad asfixiada por el sufrimiento y la descorazonadora injusticia que retiene los ánimos de felicidad que desean brotar del alma piadosa que suplica agua bendita en medio de una sequía castigadora del mundo decadente y corrupto.

Si el niño nunca hubiese nacido tendríamos una existencia inútil sumergida en el valle más oscuro de un degradante esclavismo en la inmoralidad humana, en la desgracia y en la infelicidad atrapada por la amargura, el desaliento y la decepción sin esperanza.
El amor infinito de Dios  por medio del niño nacido en el pesebre se enlaza y envuelve su cobijo y alivio protector con quienes están atrapados por la aflicción y la pena.

Así podemos recordar a los niños o niñas de muy corta edad que padecen ceguera y no pueden apreciar las luces multicolores de navidad o del mundo. Los pequeños abandonados a su suerte en las calles y que padecen hambre con frío porque no experimentan la calidez de una caricia de sus padres o alguien que los ame. Solamente conocen la maldad y el rechazo del mundo egoísta y pendenciero. Ya no digamos que aquellos que están en la cama de un hospital con una enfermedad grave o sino incurable y que en lugar de abrir regalos se ven sometidos a tratamientos dolorosos.

Mujeres y hombres humildes que con años de esfuerzo ahorraron un poco de dinero, después de posar y esperar tanto tiempo, esperanzados en lograr un hogar propio al fin, perdieron todo su dinero ante una estafa o engaños de un desalmado timador. Y así sucede en tantas partes del mundo por la codicia de gente perversa y sin escrúpulos. Familias enteras que pierden su hogar ante el aumento de la pobreza y la creciente miseria por el alto costo de la vida donde los gobiernos son insensibles al padecimiento y desgaste de sus pueblos.

Imposible olvidar a quienes perdieron su empleo inmerecidamente y no saben cómo enfrentar las obligaciones financieras en el futuro. A los ancianos olvidados también por sus hijos o abandonados en un solitario asilo como si fuesen desechos humanos o un estorbo. Cómo hacer a un lado a quienes sufren cárcel y torturas injustamente y de forma inhumana e indigna, en la siniestra oscuridad de una celda degradante.

No podemos hacer a un lado la división familiar por las interminables dificultades económicas o por la guerra. Nada más triste que abandonar forzosamente el hogar para padecer necesidad y privaciones en el exilio. La división familiar no se revierte, nunca se vuelve a integrar como antes y las consecuencias desencadenan problemas sociales sin remedio a corto plazo en una sociedad.

De igual forma cómo podemos hablar de navidad en un hogar disfuncional donde cada miembro de la familia quiere imponerse y hacer su capricho, donde padres e hijos están distanciados y separados por un gran abismo de indiferencia por la ausencia total de comunicación y comprensión. En lugar de hogares, parecen hoteles o casas de hospedaje porque cada quién vive su propia vida sin importarle lo que sucede con su familiar más cercano. Eso no es hogar, es casa de huéspedes. Hijos que solo contestan con rebeldía y grosería a los padres o también padres que se vuelven tiranos por sobre explotar a sus hijos o exigirles demasiado, más allá de sus posibilidades o capacidades, padres o madres que envían a sus hijos a pedir o mendigar para ellos no buscar trabajo. En el peor de los casos, familias que viven sumergidas en la violencia y el maltrato. Ahí no puede nacer el niño Dios, ahí no hay paz ni armonía porque eso es navidad en su mejor expresión humana.


LA ALEGRÍA DEL NIÑO DIOS NACIDO, DISIPA TODA TRIBULACIÓN CON RENOVADA ESPERANZA Y ALIMENTA A LOS HAMBRIENTOS DE JUSTICIA Y SEDIENTOS DE PAZ.

lunes, 3 de diciembre de 2018

DEPREDADOR POLÍTICO, EXPLOTADOR PÚBLICO.

Nuestra indiferencia alimentó la ambición de poder ilimitado para el tirano
Nuestro silencio marco la pauta y el camino para cometer atropellos y abusos.
Nuestro conformismo fue una complacencia para incrementar su impunidad.
La ausencia de nuestra voz para reclamar, abrió las puertas para cometer gigantesco actos de corrupción y represión.
Nuestro egoísmo le dio poder para fomentar y aplicar las injusticias.
Nuestra fe mediocre fue tierra fértil para labrar surcos de odio irracional iracundo en nuestras mentes a través de sus discursos.
Nuestro silencio en el compromiso patriótico le avalo sus delirios de grandeza mesiánica.
Nuestra débil voluntad  le permitió hacerse poderoso.
La falta de visión de futuro le ayudo a esclavizar nuestro presente y anular nuestro horizonte de vida.
Alimentamos a un depredador político y explotador público por creer ingenuamente en sus mentiras sabiendo su pasado de violencia, sangre y muerte.
Permitimos que nos estafara en nuestras ilusiones por falsedades y engaños.
Le dimos aire con nuestros sueños para que después nos asfixiara con su tiranía.
Permitimos que sembrara la semilla del mal y ahora pagamos un costo muy alto de dolor y sufrimiento inmerecido.
Hipotecamos nuestra libertad dándole poder y ahora nos somete a una cárcel sin derechos embargando la paz y la tranquilidad.
Cosechamos pesadillas y tormentos por creer en alguien indigno e infiel.
Hasta que nos decidamos a hacer las cosas diferentes y a marcar la diferencia entre el pasado y el futuro, saldremos derrotados y humillados por la puerta de atrás.

MARLON JOSÉ NAVARRETE E.
3 de Diciembre de 2018.