40
AÑOS CONSECUTIVOS DE DOLOR Y SUFRIMIENTO.
Desde hace 40 años en
que hizo su aparición a la escena pública y política, el terrorista Daniel
Ortega y su maléfico partido el fsln, los nicaragüenses dejaron de conocer lo
que significa vivir en paz y con progreso. Todo lo contrario, lo único que el
pueblo ha saboreado en sus sentimientos
es la injusticia del dolor provocado por tanto crimen, sufrimiento por los
abusos y atropellos a como la miseria de un atraso económico por décadas; todo
por seguir a un fanático vividor y oportunista, disfrazado de líder y cubierto
por el manto impune de una ideología totalitaria. Hasta nuestro presente, ese
hombre se ha convertido no solo en un fantasma del pasado que nos atormenta,
sino que impone se le venere como a un dios. Atrapado en sus delirios
mesiánicos y de grandeza, no repara en sumergirnos en la pesadilla de
arrebatarnos la paz y la tranquilidad.
Hoy en día la inmoralidad
está en el trono, la corrupción es el rey, la injusticia es el valor supremo,
la mentira gobierna y el asesinato cabalga impune su arma destructora. La
honestidad está encarcelada, la humildad pisoteada por la arrogancia. La
valentía y la nobleza son acribilladas, los valores humanos y morales han sido
masacrados, la ley se convirtió en prostituta y el llanto de quienes han
sufrido el dolor y el sufrimiento por el poder aplastador de la tiranía; se ha
diluido en el tiempo, ahogándose y asfixiándose en el olvido de largos años
transcurridos.
Los culpables siempre
fueron otros, según el dictador. Reagan o Somoza, la derecha o el imperialismo
yanqui, los burgueses o los capitalistas salvajes de la empresa privada. En la
actualidad los ciudadanos son golpistas, los terroristas y criminales
conspiradores que atentaron contra su inocente y puro régimen de terror. No
quiere verse descubierto en el mar de excusas sin fundamento para justificar su
odio o esconder sus verdaderos crímenes de lesa humanidad contra los
nicaragüenses. Desde las masacres de 1979 por derrocar a Somoza, el
derramamiento de sangre de la dictadura militar rojo y negra de los años
ochenta, cuando miles de jóvenes perdieron la vida en un baño de sangre por
defender sin merecerlo, su castillo de poder y gloria que se arrastraba en la
abundancia sobre el polvo que mordía el pueblo por la miseria y el hambre,
llegando para rematar, a los últimos
meses de la insurrección ciudadana o rebelión cívica, ensañándose como nunca
contra un pueblo desarmado pero lleno de patriotismo y amor por la libertad y
la paz, para por fin tener una soñada nueva
Nicaragua.
Es tan difícil de
asimilar y procesar en la mente cómo puede haber tantos militantes sandinistas
en las instituciones del estado que con una impresionante ceguera fanática,
ideológica política partidaria, no escatiman en hacer sufrir los peores
vejámenes y torturas a sus hermanos nicaragüenses sin ningún remordimiento o
pena por su dolor. Se han deshumanizado por completo, convertidos en verdugos
de su amo de las tinieblas y consorte diabólica, ellos fueron el filo de hacha
que cortó los sueños de las cabezas de jóvenes asesinados y ciudadanos
masacrados por la policía, paramilitares, personal de salud públicos, delatores,
poder judicial y turbas, acusando con calumnias e infamia también contra los
manifestantes civiles que ahora sufren cárcel y torturas inhumanas, crueles y
despiadadas. Son felices haciendo sufrir.
Todos ellos se
comportan como perros rabiosos al obedecer las órdenes de su amo tenebroso, con
las que martirizan a sus hermanos compatriotas y aplastan todo indicio de
descontento o de rebelión, a como justamente el pueblo desbordado de
indignación e ira, tuvo de estallar.
Si algo ha enseñado
la historia es que no hay crimen atroz que quede sin castigo. Los que hoy ríen
y celebran sobre las lápidas de sus víctimas, se consumirán por el fuego de su
maldad. Si en estos tiempos viviera el profeta Elías, ya hubiera clamado a Dios
para que les mandara un rayo y los partiera en dos o los fulminara.
Equivocadamente creen que gozarán de impunidad a como desde hace 40 años,
desatando el horror bajo la protección de un terrorismo de estado y que obligo
al pueblo a un éxodo masivo o diáspora que no termina todavía. Escupen su
veneno de injurias y acusaciones falsas para salvar su responsabilidad de los
crímenes cometidos, podrán escapar temporalmente de la justicia terrenal pero
jamás de la Divina, peor si nunca se arrepienten de las penas y dolores que le
causaron a sus hermanos connacionales.
deseo dejar plasmado en este escrito mi más firme protesta y profunda indignación así como total pesar por el sufrimiento al que la dictadura está sometiendo a todo el pueblo de Nicaragua.
Dios tarda pero nunca
olvida. Da muchas oportunidades, pero también dicta el final.
MARLON
JOSÉ NAVARRETE ESPINOZA.
11
de Noviembre de 2018.