miércoles, 14 de noviembre de 2018

40 AÑOS CONSECUTIVOS DE DOLOR Y SUFRIMIENTO.
Desde hace 40 años en que hizo su aparición a la escena pública y política, el terrorista Daniel Ortega y su maléfico partido el fsln, los nicaragüenses dejaron de conocer lo que significa vivir en paz y con progreso. Todo lo contrario, lo único que el pueblo ha saboreado  en sus sentimientos es la injusticia del dolor provocado por tanto crimen, sufrimiento por los abusos y atropellos a como la miseria de un atraso económico por décadas; todo por seguir a un fanático vividor y oportunista, disfrazado de líder y cubierto por el manto impune de una ideología totalitaria. Hasta nuestro presente, ese hombre se ha convertido no solo en un fantasma del pasado que nos atormenta, sino que impone se le venere como a un dios. Atrapado en sus delirios mesiánicos y de grandeza, no repara en sumergirnos en la pesadilla de arrebatarnos la paz y la tranquilidad.

Hoy en día la inmoralidad está en el trono, la corrupción es el rey, la injusticia es el valor supremo, la mentira gobierna y el asesinato cabalga impune su arma destructora. La honestidad está encarcelada, la humildad pisoteada por la arrogancia. La valentía y la nobleza son acribilladas, los valores humanos y morales han sido masacrados, la ley se convirtió en prostituta y el llanto de quienes han sufrido el dolor y el sufrimiento por el poder aplastador de la tiranía; se ha diluido en el tiempo, ahogándose y asfixiándose en el olvido de largos años transcurridos.

Los culpables siempre fueron otros, según el dictador. Reagan o Somoza, la derecha o el imperialismo yanqui, los burgueses o los capitalistas salvajes de la empresa privada. En la actualidad los ciudadanos son golpistas, los terroristas y criminales conspiradores que atentaron contra su inocente y puro régimen de terror. No quiere verse descubierto en el mar de excusas sin fundamento para justificar su odio o esconder sus verdaderos crímenes de lesa humanidad contra los nicaragüenses. Desde las masacres de 1979 por derrocar a Somoza, el derramamiento de sangre de la dictadura militar rojo y negra de los años ochenta, cuando miles de jóvenes perdieron la vida en un baño de sangre por defender sin merecerlo, su castillo de poder y gloria que se arrastraba en la abundancia sobre el polvo que mordía el pueblo por la miseria y el hambre, llegando  para rematar, a los últimos meses de la insurrección ciudadana o rebelión cívica, ensañándose como nunca contra un pueblo desarmado pero lleno de patriotismo y amor por la libertad y la paz,  para por fin tener una soñada nueva Nicaragua.

Es tan difícil de asimilar y procesar en la mente cómo puede haber tantos militantes sandinistas en las instituciones del estado que con una impresionante ceguera fanática, ideológica política partidaria, no escatiman en hacer sufrir los peores vejámenes y torturas a sus hermanos nicaragüenses sin ningún remordimiento o pena por su dolor. Se han deshumanizado por completo, convertidos en verdugos de su amo de las tinieblas y consorte diabólica, ellos fueron el filo de hacha que cortó los sueños de las cabezas de jóvenes asesinados y ciudadanos masacrados por la policía, paramilitares, personal de salud públicos, delatores, poder judicial y turbas, acusando con calumnias e infamia también contra los manifestantes civiles que ahora sufren cárcel y torturas inhumanas, crueles y despiadadas. Son felices haciendo sufrir.

Todos ellos se comportan como perros rabiosos al obedecer las órdenes de su amo tenebroso, con las que martirizan a sus hermanos compatriotas y aplastan todo indicio de descontento o de rebelión, a como justamente el pueblo desbordado de indignación e ira, tuvo de estallar.

Si algo ha enseñado la historia es que no hay crimen atroz que quede sin castigo. Los que hoy ríen y celebran sobre las lápidas de sus víctimas, se consumirán por el fuego de su maldad. Si en estos tiempos viviera el profeta Elías, ya hubiera clamado a Dios para que les mandara un rayo y los partiera en dos o los fulminara. Equivocadamente creen que gozarán de impunidad a como desde hace 40 años, desatando el horror bajo la protección de un terrorismo de estado y que obligo al pueblo a un éxodo masivo o diáspora que no termina todavía. Escupen su veneno de injurias y acusaciones falsas para salvar su responsabilidad de los crímenes cometidos, podrán escapar temporalmente de la justicia terrenal pero jamás de la Divina, peor si nunca se arrepienten de las penas y dolores que le causaron a sus hermanos connacionales.

deseo dejar plasmado en este escrito mi más firme protesta y profunda indignación así como total pesar por el sufrimiento al que la dictadura está sometiendo a todo el pueblo de Nicaragua. 

Dios tarda pero nunca olvida. Da muchas oportunidades, pero también dicta el final.

MARLON JOSÉ NAVARRETE ESPINOZA.

11 de Noviembre de 2018.



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