DE RODILLAS FRENTE AL INVENCIBLE.
Nuestra
insignificante pequeñez ha quedado al descubierto frente a un enemigo tan
inesperado como sorpresivamente muy letal. Escondido en el anonimato, a oscuras
y muy silencioso esperando su momento oportuno, nos ha atacado con tal
ferocidad que somos prisioneros del miedo, el pánico, frente a su paso
arrollador e implacable. De nada sirven las armas atómicas, los misiles
hipersónicos o la infantería sofisticada de última generación que presumen las
potencias militares, ni mucho menos que la muy orgullosa y avanzada
tecnología digital de nuestra era de computadoras. Un virus cavernario muy
antiguo y longevo a la vez, se apoderó de la humanidad, de todo el planeta y lo
puso de rodillas. Sin discriminación de razas, pueblos, religiones o ideologías
políticas, se abrió paso gracias a nuestro descuido e indiferencia. Este virus
no salió de la nada ni se creó por arte de magia, existe junto a otros y las
bacterias desde tiempos remotos. Aprovechó
bien nuestro descuido y entro a matar.
Pero
cuando hablo de invencible no me refiero al coronavirus, al que se le puede
derrotar y exterminar con la medicina e higiene adecuadas, sin dejar de lado la
prudencia y la sensatez. Invencible me refiero a DIOS, el único que siempre
está a nuestro lado esperando le invoquemos con fe y confianza, algo que al
hombre moderno le resulta chocante, absurdo, anticuado y ridículo, tanto así
que es tema de mofa, comentarios burlescos y ha llegado a convertirse en un
estorbo para la acelerada y avanzada humanidad arrogante que atesora su
confianza solamente en el desarrollo científico y tecnológico. La humanidad ha
puesto su fe en las máquinas y ha desplazado a DIOS, relegándolo como un sujeto
relativo y de poca importancia.
Buscando
tesoros hemos encontrado la ruina, nos avergonzamos de DIOS y por eso
escondemos el compromiso, somos apóstoles de la evasión y la superficialidad,
no sabemos comunicar esperanza, nos alegramos cuando a otros les va mal, nos
consume la envidia y nos gusta ser esclavos de los placeres, ávidos de bienes
materiales y dinero. Despreciamos la vida honesta y pura que brilla, no
queremos sacrificar comodidad y por eso cuando todo se hunde alrededor nuestro,
desfallece nuestra confianza, ni podemos soportar serenamente las
contrariedades y adversidades.
De
rodillas debemos volver a ponernos confiadamente frente al invencible, DIOS
único y todopoderoso a como hacen los solitarios, sean los huérfanos
abandonados o ancianos del asilo, los más vulnerables con su llanto vibrante y
doliente por la mirada triste de alegrías perdidas y sueños fugaces jamás
alcanzados, sin embargo en sus corazones está la morada del horizonte donde el
infinito DIOS los abraza.
Como
cristiano, como católico, escribo estas palabras para quien quiera recibirlas.
Ing. Marlon José Navarrete Espinoza.
Managua 29 de marzo de 2020.
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