lunes, 8 de abril de 2019

ES TIEMPO DEL CAMBIO.
Hostigando y saboteando la democracia desde hace 40 años, Ortega y su frente sandinista han echado a perder las ilusiones y esperanzas en la democracia, con su ideología totalitaria Marxista – socialista para aparecer como los únicos salvadores de la patria, pero al final fueron sus condenadores a la miseria, la injusticia y la corrupción.
Contra todo pronóstico a partir del 18 de abril del 2018, después de una suma de eventos represivos e infames, el pueblo de Nicaragua, encabezado por los jóvenes y campesinos, se sublevó contra el tirano en una insurrección cívica. Después de tanto abuso estalló en una revolución ciudadana pacífica.
No fue como en 1979, una revolución de un pueblo en armas encabezado por una fuerza guerrillera, como era moda de entonces y la forma de buscar reivindicaciones sociales, para derrocar a una dictadura dinástica longeva y poderosa en armas y recursos. No fue una guerra como en la década de los años ochenta, en donde una guerrilla de campesinos se rebeló contra otra dictadura militar marxista – comunista que buscaba exportar esa ideología destructora y someter para siempre a su pueblo en la esclavitud.
En ambas ocasiones cada bando luchaba contra el otro para aniquilarlo y con armamento abundante, muy sofisticado y de poder destructivo. El baño de sangre fue lo único que legaron ambas contiendas con profundas heridas en el corazón y el alma de la población.
Esta vez, el pueblo estaba tan indignado y exaltado, enojado y resentido que busco la forma de hacer escapar ese sentimiento de frustración y abatimiento por tanta saña de opresión y corrupción por parte del régimen que no le quedó otra que explotar en una protesta masiva que buscaba la salida inmediata del dictador y con toda justa razón, porque el poder reside en el soberano, el pueblo, que puede cambiar cuando quiere y las veces que lo desee a un mal gobernante o a quien pone en marcha una pésima administración.
Los tranques fueron la expresión más valiente y legítima ante un mal gobernante que le había robado su soberanía legal y moral. La respuesta de la dictadura fue disparar a matar a sus estudiantes, sus jóvenes, sus campesinos, mujeres y hombres, ancianos, niños y hasta bebés sin la menos compasión o remordimiento alguno. Hace falta mucha valentía para enfrentar armas de guerra y grueso calibre disparando solo protegidos por las piedras y las voces de protesta de sencillos ciudadanos que se armaron de valor por su patria.
El tirano supuso que estaba en otra guerra como en el pasado y el resultado sangriento no tardó en aparecer con los policías asesinos, paramilitares y colaboradores del partido que hicieron masivas ejecuciones sumarias con disparos de francotirador o ametralladoras, desaparecidos después de ser capturados, secuestrados para aparecer en las cárceles y ser torturados, heridos que se les negó la atención médica por no ser del gobierno, miles de exiliados y miles de desempleados por la huida de la inversión.

El último regalo del dictador es un aumento grosero en el costo de la vida y reducción del poder adquisitivo de los salarios, todo más caro y menos dinero, somos más pobres. Toda la fuerza del estado y el partido la lanzaron contra el pueblo indefenso. Un precio muy alto para mantenerse el poder.

Lo que también no deja de sorprender es la actitud de pasividad y permisividad aún hasta el día de hoy, después de todas las pruebas de violaciones de derechos humanos y crímenes de lesa humanidad comprobados contra el régimen, que los grandes organismos internacionales que deberían procurar justicia y castigo no reaccionan mi hacen nada, mientras las torturas, la represión, las amenazas y la matanza siguen impunes por los carroñeros del dictador. Esto es la insoportable y despreciable doble moral de muchas organizaciones de la comunidad internacional quienes no tiemblan siquiera ante tanto teatro del horror, miseria, hambre y muerte, no solamente en Nicaragua sino también en Venezuela de la misma forma.

Pareciera que la diplomacia rescata al tirano de sus apuros y le ayudan con una salida honorable como si la mereciera y después parte sin novedad. Algunos países como Rusia o China no les importan el sufrimiento de estos pueblos sino que le dan la mano al genocida y le ayudan a empeorar las condiciones de las víctimas, exacerban la crisis en lugar de resolverla.

Otra forma de crímenes que está aplicando el dictador es la destrucción de los bosques y montañas con el saqueo despiadado de la madera con la complicidad de policía y ejército. está privando a las generaciones futuras, a los no nacidos todavía de gozar de los beneficios y privilegios de poseer esos recursos que son patrimonio de la nación y no de su afán explotador.

A pesar de todo el panorama desolador, lo que más importa es la justicia tanto para las víctimas como para sus familias con la debida reparación y resarcimiento. Ellos lo dieron todo, apartaron sus intereses, sus sueños y sus planes de vida para compartir el de todos sus hermanos que sufrían y necesitaban apoyo. El instinto animal de la rebelión salió a enfrentar al poder aplastante y avasallador. Desafiaron al dominio que humilla y maltrata. Mereciendo vivir como nosotros, sacrificaron sus vidas generosas y ofrendaron su sangre. Ellos serán el brillante pasado para iluminar el futuro de la patria. Su ejemplo será imperecedero.

Aunque todo parezca perdido o abatido y sin importar cuánto se prolongue el conflicto, al final el pueblo de NICARAGUA SABRÁ CONQUISTAR SU LIBERTAD y se alzará con el triunfo sobre el tirano perverso y emprenderá un nuevo camino para que nadie como él vuelva a gobernar. Suspirando y llorando en su alma y corazón podrá salvaguardar la democracia y la justicia de otra temible dictadura sangrienta, insensible, corrupta y sin escrúpulos. Es tiempo del cambio, no hay marcha atrás.

DIOS BENDIGA Y SALVE A NICARAGUA.
MARLON JOSÉ NAVARRETE ESPINOZA.
8 de abril 2019.



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