LOS MARGINADOS DE
SIEMPRE QUE MÁS SUFREN LAS INJUSTICIAS.
Más de 40 años de impunidad, donde no hay castigo ni pena
para el criminal que asesina a humildes campesinos. Los mismos desdichados
campesinos tan maltratados, humillados al igual que excluidos de toda
oportunidad de vivir en paz en su tierra, gozar tranquilidad en su humilde
hogar sin sentir su vida en peligro de muerte o se le roben sus pocos
animalitos junto a su choza o ranchito. Más de 40 años de impunidad para aquel poderoso que chantajea y despoja
tanto como con coerción como con amenazas al solitario ciudadano que no tiene
influencias políticas o amigos potentados. Todo esto es el mal ejemplo que sin
consecuencias enseña la actual dictadura, sin escrúpulos, sin límites de
decencia o de compasión por su pueblo, mucho menos decir que una pizca de amor
o pesar por su dolor y sufrimiento.
Sumemos a todo esto a las madres humildes, las mujeres que
les toca enfrentar solas a la vida diaria que no tiene piedad en medio de una
sociedad indiferente y también llena de políticos oportunistas, aprovechados,
arribistas y vividores que se presentan con una máscara de virtudes y un
disfraz de rectitud, pero por dentro son carroña y perdición.
Ya no basta el obsceno terrorismo de estado de la actual
tiranía, la violación de todos los derechos constitucionales sino que hay que
tragarse la destrucción total de la vida honesta que debiera de estar reflejada
en una institucionalidad pulcra, vocación de servicio y una justicia social en
el estado que dignamente asume sus responsabilidades y las cumple.
Durante la dictadura de Somoza, cuando ocurrían ejecuciones
sumarias, un odioso coronel de la guardia, Jerónimo Linarte, expresó que: “a
los ricos se les toma como rehenes para negociar el poder y a los pobres se les
mata”. Si derivamos sus palabras significa que el humilde, el trabajador, el
campesino, los estudiantes, los desempleados, todos los marginados de la
sociedad, son los que siempre ponen los muertos y los que gozan del poder en
las cumbres del gobierno, celebran con fiestas y opulencia grotesca con licores finos, que mancillan la honra del
pueblo.
Pero del otro lado, de muchos que se dicen demócratas y que
luchan por la libertad, en realidad, son todo lo contrario de lo que afirman
ser. Su pasado los delata y su doble moral los señala con el dedo acusador.
Ellos también son un peligro y una amenaza para la futura libertad democrática
que se pretende conquistar.
Mientras hay unos que sacrifican todo, hay otros que
no sacrifican nada y le quieren cobrar a la patria con creces su falsedad. Muchos de ellos fueron viles violadores de
derechos humanos sin remordimiento alguno, muchos usaron el tráfico de
influencia partidaria para despojar de su propiedad a quien no era del partido
de gobierno, como en mi caso, a mi difunto padre, quien fue despojado por Edgar
Parrales en los años ochenta y noventa, usando su influencia del poderío rojo y
negro en la corte suprema. Esos violadores de ayer, son los supuestos defensores
de hoy, son fuertes contra el débil y débiles ante el poderoso. Todos ellos
fueron parte de la demencia agresiva en la aterradora realidad de la guerra en
los años ochenta con el pueblo subyugado por el comunismo muriendose de hambre y ellos en la abundancia sin perecer.
Como un simple ciudadano insisto, que no se desvíe el
verdadero objetivo de la insurrección civil de abril de 2018, que es la salida
del poder del régimen de Ortega y quienes creen que un día ofrecerá
generosamente elecciones libres y honestas, se están engañando a sí mismos y
cayendo en el error de jugar a la democracia con el dictador o de transar con
una dictadura brutal que jamás quiso ceder en nada.
Igual que ellos ayer, la dictadura, actualmente muestra un
muro de vidrio y no de concreto. Atravesar ese muro ha significado que muchos
salgan heridos de muerte. Pero una transformación con justicia reclama soportar
serenamente las contrariedades y no desfallecer nuestra confianza en DIOS, ya sabemos
que no se puede construir una nueva sociedad sin Él porque entonces será otro
gran fracaso para el país. No debemos permitir la desintegración familiar por
ideologías extrañas o ajenas a nuestra identidad y tradición, cristiana y
católica. Si pretenden dejar a DIOS afuera marginado y excluido como sucede con
nuestros campesinos y pueblo humilde, entonces todo se derrumbará como la torre
de Babel.
Ing. Marlon José
Navarrete Espinoza.
11 de Enero de 2020.