sábado, 11 de enero de 2020

LOS MARGINADOS DE SIEMPRE QUE MÁS SUFREN LAS INJUSTICIAS.

Más de 40 años de impunidad, donde no hay castigo ni pena para el criminal que asesina a humildes campesinos. Los mismos desdichados campesinos tan maltratados, humillados al igual que excluidos de toda oportunidad de vivir en paz en su tierra, gozar tranquilidad en su humilde hogar sin sentir su vida en peligro de muerte o se le roben sus pocos animalitos junto a su choza o ranchito. Más de 40 años de impunidad  para aquel poderoso que chantajea y despoja tanto como con coerción como con amenazas al solitario ciudadano que no tiene influencias políticas o amigos potentados. Todo esto es el mal ejemplo que sin consecuencias enseña la actual dictadura, sin escrúpulos, sin límites de decencia o de compasión por su pueblo, mucho menos decir que una pizca de amor o pesar por su dolor y sufrimiento.

Sumemos a todo esto a las madres humildes, las mujeres que les toca enfrentar solas a la vida diaria que no tiene piedad en medio de una sociedad indiferente y también llena de políticos oportunistas, aprovechados, arribistas y vividores que se presentan con una máscara de virtudes y un disfraz de rectitud, pero por dentro son carroña y perdición.

Ya no basta el obsceno terrorismo de estado de la actual tiranía, la violación de todos los derechos constitucionales sino que hay que tragarse la destrucción total de la vida honesta que debiera de estar reflejada en una institucionalidad pulcra, vocación de servicio y una justicia social en el estado que dignamente asume sus responsabilidades y las cumple.

Durante la dictadura de Somoza, cuando ocurrían ejecuciones sumarias, un odioso coronel de la guardia, Jerónimo Linarte, expresó que: “a los ricos se les toma como rehenes para negociar el poder y a los pobres se les mata”. Si derivamos sus palabras significa que el humilde, el trabajador, el campesino, los estudiantes, los desempleados, todos los marginados de la sociedad, son los que siempre ponen los muertos y los que gozan del poder en las cumbres del gobierno, celebran con fiestas y opulencia grotesca  con licores finos, que mancillan la honra del pueblo.

Pero del otro lado, de muchos que se dicen demócratas y que luchan por la libertad, en realidad, son todo lo contrario de lo que afirman ser. Su pasado los delata y su doble moral los señala con el dedo acusador. Ellos también son un peligro y una amenaza para la futura libertad democrática que se pretende conquistar. 

Mientras hay unos que sacrifican todo, hay otros que no sacrifican nada y le quieren cobrar a la patria con creces su falsedad.  Muchos de ellos fueron viles violadores de derechos humanos sin remordimiento alguno, muchos usaron el tráfico de influencia partidaria para despojar de su propiedad a quien no era del partido de gobierno, como en mi caso, a mi difunto padre, quien fue despojado por Edgar Parrales en los años ochenta y noventa, usando su influencia del poderío rojo y negro en la corte suprema. Esos violadores de ayer, son los supuestos defensores de hoy, son fuertes contra el débil y débiles ante el poderoso. Todos ellos fueron parte de la demencia agresiva en la aterradora realidad de la guerra en los años ochenta con el pueblo subyugado por el comunismo muriendose de hambre y ellos en la abundancia sin perecer.

Como un simple ciudadano insisto, que no se desvíe el verdadero objetivo de la insurrección civil de abril de 2018, que es la salida del poder del régimen de Ortega y quienes creen que un día ofrecerá generosamente elecciones libres y honestas, se están engañando a sí mismos y cayendo en el error de jugar a la democracia con el dictador o de transar con una dictadura brutal que jamás quiso ceder en nada.

Igual que ellos ayer, la dictadura, actualmente muestra un muro de vidrio y no de concreto. Atravesar ese muro ha significado que muchos salgan heridos de muerte. Pero una transformación con justicia reclama soportar serenamente las contrariedades y no desfallecer nuestra confianza en DIOS, ya sabemos que no se puede construir una nueva sociedad sin Él porque entonces será otro gran fracaso para el país. No debemos permitir la desintegración familiar por ideologías extrañas o ajenas a nuestra identidad y tradición, cristiana y católica. Si pretenden dejar a DIOS afuera marginado y excluido como sucede con nuestros campesinos y pueblo humilde, entonces todo se derrumbará como la torre de Babel.

Ing. Marlon José Navarrete Espinoza.
11 de Enero de 2020.



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