HERMANDAD EN EL CRIMEN.
Los
regímenes autoritarios que llegan a ser con mucha facilidad dictaduras muy
brutalmente represivas, lo inician articulando un sistema de hermandad en el
crimen mediante la complicidad principalmente de las fuerzas armadas, tanto
policía como ejército, a los que corrompen con regalías, privilegios en la
estructura de mando, facilidades para
hacerse ricos con grandes negocios fuera de la ley en competencia desleal con
la iniciativa privada civil, cargos en el estado con los mejores y más jugosos
salarios, sobornos y prebendas lucrativas para comprar lealtades, silencio
cómplice y prebendas para no actuar ante las injusticias, sin importar cuánto se sacrifica al pueblo ni qué tanto se
prolongue la brecha entre oprimidos y opresores y por eso es que su
sobre vivencia llega a depender tanto de la del dictador mismo.
De
la misma manera, las filas de los cuerpos armados la llegan a integrar jóvenes
marginados en extrema pobreza, delincuentes, gente de los estratos sociales más
pobres, enfermos mentales, psicópatas,
desviados y resentidos sociales y gente explotada que ven en esas
oportunidades una salida a su miseria y por tanto no se enrolan por amor y
servicio a la patria sino de qué mejor manera le sacan provecho o ventaja a la
tiranía haciéndose a la vez instrumento de represión y muerte sin escrúpulos ni
límites en sus actuaciones, al margen total de lo que significa un servidor
público, un patriota, un defensor del pueblo.
Normalmente
los dictadores se creen seres divinos, iluminados por una fuerza superior y por
eso creen que se les debe rendir pleitesía, aplausos sin sentido, sujetos de
recibir idolatría y admiración por creerse seres extraordinarios por lo que
también se creen dueños de la vida de sus pueblos al que masacran a gusto y
antojo desde la cumbre de la impunidad y la soberbia.
Someten
a sus ciudadanos a la deshonra y la humillación con todo placer, disfrazados de
falsa humildad dicen defender a los pobres pero es a los primeros que
sacrifican sin compasión. Ellos, las víctimas que no pueden hablar desde su
sepultura para defenderse o expresarse, esperan que nosotros seamos su voz de
reclamo al amparo de la verdad, haciendo brillar la justicia y la paz para su
descanso eterno. Tantas posibilidades desaparecidas o destruidas en cada
asesinato de cada persona que quizás pudo aportar mucho a la humanidad, nunca
se sabrá.
Nos
dan a elegir en la abundancia de su prepotencia entre la paz o la estabilidad,
desanimando toda iniciativa ciudadana de crecimiento y prosperidad con
excesivas reglas o la criminalización del consumidor. Nos acorralan para
escoger entre el tirano o el caos total, porque si no elegimos quedarnos con el
opresor entonces es la debacle y la muerte total, por eso ante ese escenario
desolador, tenemos que soportarlo sacrificando nuestra libertad e independencia
renunciando a la democracia y a los derechos ciudadanos que por naturaleza
tenemos. Ese es el eterno chantaje y extorsión a que nos somete.
El
orgulloso obstaculiza lo bueno, el altanero no comprende la humildad, el
hipócrita desea el bien, pero en realidad quiere el mal, el tirano desperdicia
en la abundancia, ostentación y opulencia mientras su gente se hunde en lo
paupérrimo, el ingrato nada en derroche y el envidioso quiere regalado lo que a
otro le costó tanto trabajo y sacrificio conseguir.
Nada
está perdido mientras haya un ciudadano con sentimientos de amor a su país y
conciencia social, mientras haya personas así, hay esperanza.
Ing.
Marlon José Navarrete Espinoza.
22
enero 2019.
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